La civilización maya tenía muchas deidades para explicar los fenómenos de la vida, y uno de esos era un dios con cuerpo humano y cabeza de murciélago.
El culto de ‘Camazotz’ empezó alrededor del año100 antes de Cristo, entre los zapotecas de Oaxaca, quienes veneraban a un monstruo antropomórfico con cuerpo de hombre y cabeza de murciélago, que después retomarían los propios mayas.
Siempre, el murciélago ha sido asociado con la noche, la muerte y el sacrificio. Camazotz, el dios muerciélago encontró su lugar rápidamente entre el panteón de los quichés, una tribu maya que vivió en las selvas de lo que es ahora Guatemala y Honduras.
En América, la imagen de este animal sirvió para dar nombre a poblaciones y periodos del calendario. El murciélago, junto con la araña, el búho y el alacrán, se asociaba por lo general a la oscuridad, la tierra y la muerte.
La figura del murciélago tiene una negra fama. En Europa los murciélagos eran considerados como el espíritu de los muertos malditos, seres nocturnos que salían de las tumbas en las que se pudrían los cadáveres y succionaban la sangre de los vivos dormidos. A estos malhechores nocturnos los artistas de la Edad Media los representaron en forma de diablo o de murciélago. En el arte medieval siempre se le consideró a este último como un demonio de la lujuria, que agotaba la savia de vida del cuerpo humano y consumía la fuente de la gracia que permitía la supervivencia del alma. El murciélago estaba en estrecha relación con las acciones de los genios nocturnos del mal.